“Esta historia nació en una época en la que todos los pueblos eran nómadas en busca de tierra de asilo. Al atravesar el desierto del Sahara, se presentaban ante él y decían:
-Queremos vivir en el Sahara.
– Soy muy caliente
– No importa.
– Soy frío, muy frío
– Tampoco importa.
– No tengo suficiente agua.
Entonces, los pueblos se retiraban en silencio. Llegaban otros pueblos, y siempre tenía lugar idéntico diálogo. Cuando el desierto evocaba el viento, el silencio o la luz, los pueblos huían. Un día, llegó un pueblo y dirigieron sus preguntas al desierto. Este les recordó todos los temores que presenta esta tierra tan hostil para la vida humana.
– Aquí hay demasiada luz. – Tenemos nuestros turbantes.
– Hace frío – Tenemos nuestras gandouras.
– Casi no llueve – Contamos con los pozos y los odres.
– Soy un enorme silencio – Nos queda sitio en el corazón.
– ¿Qué esperáis de mí? – Queremos paz.
– La tendréis.
– Y libertad.
– La tendréis.
– Y fuerza contra nuestros enemigos.
– La tendréis
Y así se selló un pacto que aún perdura.” (*)
(*) Leyenda sobre el pueblo Tuareg, del libro «En el desierto no hay atascos» de Moussa Ag Assarid.
Son llamados bereberes:
“bárbaros”, pero a los orgullosos pueblos bereberes les gusta ser conocidos
como imazighen, que significa hombres libres.
Son una etnia
milenaria, reliquia del mundo preislámico, que vive en diversos lugares del
norte de África y que ha logrado transmitir su lengua y sus tradiciones de
generación en generación a pesar de su complicado devenir histórico.
La historia del
pueblo Bereber en el norte de África es extensa y diversa, sus antepasados más antiguos se establecieron al este de Egipto. En
realidad, Berber es un nombre genérico dado a numerosos grupos étnicos
heterogéneos que comparten prácticas culturales, políticas, y económicas
similares.
Contrariamente a
la imagen popular que retrata al pueblo Bereber como gentes nómadas del
desierto , su quehacer fundamental es la práctica de la agricultura en las
montañas y valles.
Fueron ellos
quienes abrieron las antiguas rutas comerciales entre el África occidental y el
África subsahariana.
La sociedad
Bereber se ha dividido tradicionalmente entre los agricultores y los
comerciantes. El cultivo de la tierra era considerado como el trabajo de las
clases bajas, mientras las clases altas eran comerciantes. Normalmente, los
grupos sedentarios pagaban sus tributos a cambio de ser defendidos por un jefe
local perteneciente a la clase de los comerciantes. Sin embargo, con el tiempo,
mientras decaía la importancia económica
de las rutas comerciales, los grupos agricultores adquirieron una cierta
acumulación de riqueza.
Sobre sus
creencias, desde su conversión al Islam
en el siglo séptimo son fieles observantes de dicha religión. Como la mayoría
de los seguidores de Islam en el norte de África, muchos Bereberes creen en la
presencia continua de varios espíritus (djinns). La adivinación es cumplida a
través de los medios del Corán y la mayoría de los hombres usan amuletos
protectores que contienen versos del Corán.
A lo largo de
varios milenios la lengua Bereber, Tamazight, se ha ido transformando en una treintena
de lenguas y cientos de dialectos. Si
bien es una lengua de tradición oral, los Bereberes poseen desde hace al menos
2.500 años, su propio sistema de escritura llamado "libico-bereber" (
tifinagh en bereber).
En Marruecos los
Drawa Berbers habitan la región del valle del rio Draa; los Dades viven en el
nordeste; los Mesgita, Seddrat, y Zeri a lo largo de los afluentes del noroeste
; los Ghomara viven en el Rif marroquí, al norte de Fez; los Kabyle en el Alto
Atlas occidental.
COSAS QUE NO SABÍAS:
1.
Bereber procede de la adaptación árabe barbr, del término griego
βάρβαρος, en español, bárbaros.
2.
Muchos bereberes se llaman a sí
mismos imazighen (su singular es amazigh), que significa «hombres libres». El pictograma que equivale a la letra «z» del
tifinagh significa «hombre libre», por lo que se ha convertido en el símbolo
identitario de los amazigh. Esta
denominación es común en Marruecos, en Argelia, y desde mediados del siglo XX
se tiende a emplear el término «amazigh», la apelación original, en vez de
«bereber», un término importado, para reagrupar a todas las etnias bereberes
(Kabyle, Chleuh, Tuareg, etc.).Se desconoce cuál es su origen, aunque los
yacimientos arqueológicos hallados en el Sáhara, como las pinturas rupestres de
Tassili n’Ajjer, datan la presencia del hombre en esta parte de África desde
por lo menos 6.000 años.
3.
Los bereberes forman un pueblo
con conciencia de identidad propia. El 30 de Agosto del año 1997, se llevó a
cabo el primer congreso de reunión del pueblo de los Amazigh, en la que se
presentó a la bandera oficial que ilustra al dicho pueblo, estableciendo este
día como la celebración mundial de la cultura y del nacimiento de la bandera de
la población de los Amazigh.
4.
Parte de su existencia a lo
largo de los siglos se debe a haber conseguido transmitir su lengua y sus
tradiciones de generación en generación.
Se estima que en el norte de África existen entre 30 y 60 millones de
bereberes, concentrándose especialmente en Marruecos y en Argelia
5.
Los tuareg y zenaga en el
Sáhara eran nómadas. Algunos grupos, como los Chaouis, practicaban la
trashumancia. En el caso de Marruecos es un pueblo dedicado al pastoreo y a la
agricultura.
6.
Los tuareg rechazan cualquier
ventaja de la civilización, pues piensan que su vida, si bien mucho más dura,
es en su necesidad de un esfuerzo continuo donde se consigue la libertad y el
desarrollo personal. A los tuareg se los conoce como “los hombres azules”. Ello
es debido a que para los turbantes se utiliza un colorante natural, el índigo,
que tinta la piel. El azul, para los tuareg, es el color del cielo, el techo de
su hogar.
7.
En el Atlas medio se encuentra
el pueblo de Imichi, donde se celebra el moussem nupcial de tres días en la que los bereberes marroquíes se
aprovisionan de todo lo necesario para el invierno y buscan posibles parejas
para casarse. Las mujeres se visten con sus mejores galas y sus trabajadas
joyas. Los hombres, por lo general, visten chilabas blancas.
8. Los antiguos bereberes profesaban una religión animista, vinculada al cielo, al sol, a la luna, a las estrellas, al agua, a los árboles, a las montañas y a otros elementos de la naturaleza.